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CUADERNO DE TLALOC. Retazos filosóficos de los siglos XIX, XX y XXI.

EL ARBOL DE LA VIDA

Imaginad un árbol que partiendo de un gran tronco, comienza a dejar enormes ramas para un lado y para otro, a diferentes alturas. De cada una de estas grandes ramas a su vez surgen ramas menores en todas direcciones, naciendo de la rama común a diferentes alturas. El proceso de división continúa, con ramas cada vez más numerosas y finas.  El final, tenemos diminutas ramitas que acaban todas y cada una de ellas en un brote verde. No pensemos en hojas, sino tan sólo en brotes en las puntas de las últimas ramitas. No estamos viendo la evolución, el crecimiento del árbol, sino el árbol actual en su desarrollo pleno.

El árbol tiene una copa inmensa en forma acampanada que cubre una gran extensión. Ahora en un ejercicio de imaginación, suprimimos el árbol y mantenemos en su sitio únicamente los brotes verdes de los extremos de las ramitas. 

Esta última imagen es una metáfora del árbol de la vida. Lo único que observamos son los brotes verdes, que son la metáfora de las especies biológicas obervables; pero la historia de cada brote depende de la ramita que lo substenta, la cual depende a su vez de la rama mayor de la que cuelga a determinada distancia de otra rama aún mayor, y así hasta el tronco general. La evolución no es sino el camino que recorren los brotes. Unos surgen de las ramitas finales por bifurcación; otras veces se agostan y perecen, y a veces cae el último brote de una rama entera.

Un par de brotes (especies) está más o menos emparentado cuanto menos ramas haya que recorrer, primero hacia abajo y luego hacia arriba para ir de uno a otro.  Llamaremos clado a todo conjunto de brotes que cumple la siguiente propiedad: todos los brotes del conjunto, y sólo esos brotes, caerán al suelo si un hipotético podador efectúa un corte de una determinada rama a una determinada altura. Es evidente que no todo conjunto de brotes es un clado. Algunos clados reciben nombres propios, por agrupar a brotes (especies) con características comunes buien definidas; así ocurre con el clado de los mamíferos, de los insectos o de los primates. Los propios clados, como conjunto de brotes, se jerarquizan en órdenes de magnitud anidados: del tronco principal se desgajan cinco reinos

El naturalista tiene a su disposición los últimos brotes para observar, más los restos fósiles de algunos de los que en su momento fueron verdes brotes. Con estos datos debe reconstruir el árbol entero, con la totalidad de su ramaje. Con los brotes actuales, dispone de sus características físicas y moleculares (lo que denominamos características fenotípicas y genotípicas); y con los fósiles, tan sólo de las características físicas. 

La realidad es siempre complicada, y la localización física de dos brotes puede ser  próxima, aunque pertenezcan a ramitas dispares, de modo que por la mera disposición de los brotes no podemos intuir completamente la estructura del árbol. Así, en el árbol de la vida dos especies exhibir ciertas analogías por convergencia evolutiva, sin que este hecho apoye la cercanía filogenética de ambas especies. Similarmente, una aparente lejanía relativa en la disposición de los brotes puede inducir a pensar falsamente en  una lejanía en cuanto a filiación respecto a la estructura ramificada del árbol de la vida.

Ni existe una dierección privilegiada hacia la que crecen las ramas, ni existe una longitud estandar de cada ramita antes de que se bifurque. La isotropía domina el crecimiento del árbol cuando no existen otras fuerzas que empujan el crecimiento en uno u otro sentido. Más exactamente; la tendencia del árbol es a crecer por igual en todas direcciones. Lo que ocurre es que las condiciones locales son diferentes en cada brote, y algunos nacen en zonas poco privilegiadas y terminan muriendo, mientras que otros tienen más suerte y progresan, conviertiéndose en la punta de una ramita creciente que con más suerte aún derive en una nueva bifurcación a partir de la cual dos brotes diferentes comiencen su historia por separado.

 

 

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