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CUADERNO DE TLALOC. Retazos filosóficos de los siglos XIX, XX y XXI.

La concepción saussureana de la naturaleza del signo lingüístico.

I. NATURALEZA DEL SIGNO LINGÜISTICO


    En una visión ingenua se podría pensar que una lengua reducida a su esencia consiste en una nomenclatura; esto es: un listado de términos que se corresponden con cosas. Esta visión es criticable por muchas cosas:

    1.- Supone la existencia de ideas previas  a las palabras
    2.- No nos dice si el nombre es de naturaleza vocal y psíquica.
    3.- Presupone que el vínculo entre el nombre y el objeto es una operación muy simple, lo que está muy lejos de ser cierto.
   
    Sin embargo, los términos implicados en el signo lingüístico no son el nombre y la cosa nombrada, sino que son ambos psíquicos: se trata del concepto y la imagen acústica. Están unidos en nuestro cerebro mediante un vínculo de asociación. La imagen acústica no es el conjunto de fenómenos físicos asociados a la vibración productora de un sonido en el acto del habla, sino la huella psíquica que tal cosa deja en nosotros. Llamamos imagen acústica, pero a pesar de ello puede provenir de una palabra leída o recordada.

    El signo lingüístico tiene por tanto dos caras: el concepto y la imagen acústica. Estos dos elementos estan íntimamente ligados y se reclaman recíprocamente. Tan sólo hablaremos de signo refiriéndonos a la imagen acústica, o aún al sonido por un abuso del lenguaje; una vez quede claro todo lo anterior: Llamaremos signo al conjunto constituido por los dos elementos más un vínculo de asociación entre ambos. Llamaremos significante a la imagen acústica y significado al concepto.

    El signo lingüístico así definido tiene dos carateres primordiales: arbitrariedad del vínculo de asociación significante-significado y caracter lineal del significante.

A.- Arbitrariedad del vículo de asociación significante-significado.

    La idea del sur no está ligada a la secuencia de sonidos s-u-r, que le sirve de significante. Cualquier otra secuencia de sonidos le serviría igual de bien. Hecho incontrovertible además, si tenemos en cuenta que diferentes lenguajes establecen diferentes significantes para un mismo significado sin problema alguno. Esto está pleno de ricas consecuencias, muchas de ellas difíciles de entrever en un primer vistazo. Dado que dicho vínculo es el alma del signo, diremos simplemente que el signo lingüístico es arbitrario, refiriéndonos a este hecho. Es la convención de la comunidad de hablantes quien legitima el vínculo entre significante y significado. Un símbolo es un conjunto similar a un signo lingüístico, pero en el cual la arbitrariedad no es completa, sino que existe una ligación añadida entre significante y significado. Algo de la plástica del significante remite al significado. Esto no es en absoluto requierido en el signo lingüístico, que desempeña su función mejor cuanto mayor arbitrario es. El símbolo de la justicia, la balanza no podría haber sido un objeto cualquiera; un carro o una flor, pongamos por caso.

    Como precaución añadida explicaremos que cuando hablamos de arbitrariedad no nos referimos que la vinculación queda al libre albedrío del hablante, sino que es inmotivado. Onomatopeyas y exclamaciones podrían ser pobres excepciones de este esquema que no alteran el valore del conjunto.

B. Caracter lineal del significante

    Por ser auditivo, el significante se desenvuelve únicamente en el tiempo, representan una extensión mensurable en una única dimensión, es una línea. Esta simpleza tiene inconmensurables consecuencias en la lengua que han sido pasadas por alto. De hecho, todo el mecanismo de una lengua depende de este simple hecho. Por oposición a los significantes visuales (señales marítimas o de tráfico por ejemplo), que pueden ofrecer complicaciones en varias dimensiones, los significantes acústicos sólo disponen de una línea de tiempo y se presentan encadenados unos a otros.

II INMUTABILIDAD Y MUTABILIDAD DEL SIGNO


1.- Inmutabilidad

    Si bien con relación a la idea que representa aparece el significante como libremente elegido, en relación a la comunidad de hablantes que lo emplea no es libre, sino impuesto. Ni a la masa social se le consulta ni el significante elegido por la lengua podría ser reemplazado por otro. La lengua no puede equipararse pues a un contrato y en este aspecto muestra el signo lingüístico su máximo interés de estudio. Veamos pues cómo el signo lingüístico está más allá de nuetra voluntad y veamos las consecuencias que extraemos de ello.

    Sea cual sea la época que elijamos, la lengua se nos presenta como herencia de etapas anteriores. El momento del acuerdo siempre se retrotrae a un pasado cada vez más oscuro. Por esto, el origen del lenguaje es un problema  de menor importancia del que habitualmente se le ha asignado. La lingüística estudia la lengua actual ya constituida en su discurrir normal y habitual. Todo estado de una lengua dado es el resultado de factores históricos, y esos factores son los que explican porqué el signo es inmutable, es decir, porqué resiste toda sustitución arbitraria.

    Ahora bien; afirmar que la lengua es una herencia no explica nada: ¿No se pueden modificar de un momento a otro leyes existentes y heredadas? Para cada institución heredada por la sociedad hay un balanceo entre la tradición impuesta y la acción libre de la sociedad sore dicha institución. Veremos porqué en el caso de la lengua el factr histórico de la transmisión de la lengua domina enteramente sobre la posibilidad de cambio lingüístico general y súbito. Podríamos defender que las sucesivas generaciones en la comunidad de hablantes no se superponen como los cajones de un mueble, sino que se interpenetran existiendo simultáneamente individuos de cualquier edad, y también se podría aducir que los hablantes en general son inconscientes de las leyes de la lengua en gran medida, y que en tal caso mal podrían cambiar unas reglas que desconocen, aunque usan perfectamente. Pero además existen causas espefícas de gran calado para explicar la inmutabilidad del signo lingüístico:

    a)  La arbitrariedad del signo. Efectivamente, aunque en un primer vistazo parece que la arbitrariedad ampara la posibilidad de cambio del signo, en una mirada más profunda se comprende que la imposibilita: si la relación de vinculación es arbitraria es imposible establecer una valoración que haga preferiri una a otra, o evolucionar conscientemente hacia algún lado con algún propósito. Esto podría valer para un sistema de símbolos, pues es perfetcmaente imaginable discutir acerca de la idoneidad de la vinculación entre significante y significado en ellos, pero no en los signos lingüísticos.

    b) El carácter demasiado complejo del sistema. Una lengua es un sistema muy complejo entendible sólo por especialistas, mientras que quienes lo usan, los hablantes, no necesitan saber de su funcionamiento para hablarlo.

    c) La multitud de signos necesarios en una lengua

    d) La resistencia de la inercia colectiva a toda innovación lingüística. A diferencia de otras instituciones, es usada por todo el mundo en cada instante, todos los hablantes se sirven de ella alo largo del día entero. No se puede comparar con ninguna otra institución. La lengua forma cuerpo con la vida de la masa social, que la conoce como suya porque así ha sido siempre. Es en función de su arbitrariedad que no conoce más ley que la tradición y precisamente por fundarse en la tradición es arbitraria.


2.- Mutabilidad

    El tiempo, que asegura la continudiad de la lengua, tiene otro efecto aparectemente contradictorio con el primero: el de alterar más o menos rápitamente el signo lingüístico, de modo que debemos hablar a la vez de mutabilidad y de inmutabilidad del signo lingüístico.Las lenguas s transforman sin que los hablantes puedan transformarla. Lo que domina en tod alteración es la persistencia de la materia vieja: la infidelidad al pasado es sólo relativa.
 
    Conviene no llevarse a engaño: la alteración no significa meramente en cambios fonéticos sufridos por el significante, o sólo cambios de sentido que atañen al concepto. Tal perspectiva sería insuficiente. Sean cuales fueren los factores de alteración, actúen aisladamente o combinados, siempre conducen a un desplazamiento de la relación entre significante y significado.

    Una lengua es incapaz de defenderse contra los factores que desplazan minuto a minuto la relación entre significante y significado de sus signos lingüísticos. Las otras instituciones humanas están fundadas en las relaciones naturales entre las cosas y hay una acomodación necesaria entre los fines a conseguir y los medios empleados para conseguirlos, no así en la lengua. No se puede imaginar qué impedimentos podría haber para asociar tal secuencia fonética a tal concepto. Es el carácter radicalmente arbitrario del signo el elemento diferencial de la lengua respecto a otras instituciones humanas.

    ¿En qué se funda la necesidad del cambio? Si se tomara la lengua en el tiempo sin relación alguna con la masa de hablantes (supongamos un único individuo que viviera siglos aislado), no veríamos lateraciones en la lengua; el tiempo no actuaría sobre ella. Inversamente, si tenemos en cuanta una masa social pero no el tiempo, no podremos observar efecto alguno de las fuerzas sociales sobre la lengua. Sin embargo, teniendo en  cuanta el tiempo y la masa social de los hablantes, dicho tiempo permite que las fuerzas sociales  actúen en la lengua desarrollando sus efectos, que no son otros que desplazamientos de las relaciones de vinculación entre significantes y significados.

 

Fuente: Curso de Lingüística general. Ferdinand de Saussure

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